Poesía viva en el Metropólitan: Silvana Estrada (Crónica)
Día décimo sexto de una temporalidad en donde cada persona vive por y para cuatro sencillas letras: amor. La tarde estaba por caer mientras el edificio del Metropólitan era dominado por el contraste de la luz dorada proveniente de lo alto, misma que atravesaba los vitrales de la catedral de la Avenida Balderas. Una escena acompañada por cantos de alas pródigas que regresan a casa era solo una sombra que anunciaba lo que acontecería horas más tarde.
Eran casi las 20:00 horas y ya se podían ver pies apresurados a encontrarse con aquella voz que logró reunir a más de 3 mil personas en un mismo recinto con un solo propósito, el de cantarle a la vida. Si se pudiese volver a reproducir ese momento de espera, sería resumido en olor a café tostado, el sonido estrepitoso de los cláxones de vehículos apretujados y desde luego, un sentido de calidez que no tenía relación alguna con el clima, sino con la armonía que había entre sus asistentes.
Traspasando los portales cristalinos que resguardan el espacio recóndito del teatro se podía hallar el escenario. El silencio fue reemplazado por la efervescencia del buen ánimo causado por la presencia del chelo y violines. Fue una serie de tres melodías de cuerdas que no necesitaron más que de densa oscuridad para viajar entre los corredores y así crear un espacio íntimo entre la música y quienes escuchaban.
Nueve de la noche y el público no podía más que expresar lo indecible con palmas y gritos mientras Silvana, que portaba un vestido rojo holgado y un cuatro venezolano entre sus manos, empezaba a entonar "Más o menos antes" seguida de "La corriente", temas que se convirtieron en un espejo para poder reflejar lo que es ser marcado por un amor que ahora está ausente.
Letras que cumplen un año de haber salido a la luz y de convertirse en espacios seguros en donde cada uno puede tener apertura a la vulnerabilidad, puede adentrarse a vivir duelos o a encontrarse consigo mismo.
-¡Buenas noches Ciudad de México! Es un honor de verdad estar aquí hoy esta noche, es el segundo Metropólitan, de verdad que no lo puedo creer, es un honor. ¡Lo logré! Lo logramos y les quiero dar las gracias, yo también les amo infinidades. Con esta canción empezó todo todísimo, así que se las quiero dedicar hoy con todo mi cariño.
Los primeros acordes empezaban apenas a sonar cuando el público ya sabía de qué canción estaba hablando Silvana. "Te guardo" hizo que la compositora no estuviera sola, sino que el unísono de miles coreara de principio a fin cada verso.
Esa noche fue iluminada no solo por los escenarios sin par, siendo estos realidad gracias al director creativo Luis Urculo, que incluyeron velos en donde la dualidad de blancos y negros saltaba a matices grises, manos ásperas entrelazadas, cielos estrellados y vivacidad de flores, sino también por el gozo de quienes hacían que su voz fuera escuchada en todo el auditorio “¡Te amo Silvana, tú estás haciendo un mundo mejor! ¡Eres mi luz! ¡Eso jarocha!"
Ante tales expresiones de afecto, la artista no titubeó ni por un momento el corresponder de la misma forma, ya sea con una sonrisa o un “los amo” de vuelta lleno de agradecimiento.
Siluetas eran registradas, tal parecía que eran analogías de lo que pasaba en el espíritu o interior de lo que ya no era una audiencia, más que eso, un hogar. En simultaneidad al clarinete, las figuras giraban. El fuego proyectado era extinto por la fuerza del significado de Un día cualquiera y por las potentes percusiones que daban un toque de misterio al ambiente.
"Marchita" fue el conjunto de cánticos que conformó la setlist. De entre ellas "Sabré Olvidar", "Al Norte" y "Carta". La profundidad de los mensajes y lírica de Silvana no se limitaba a sus canciones o al sonido melifluo, también era posible notarla en su manera de hablar cuando expresaba lo que significaba cada pieza para ella.
Al interpretar "Tristeza" abrió su corazón y dijo que esta canción era tan importante para ella, ya que los últimos meses habían sido tristísimos, en ocasiones está bien darle la bienvenida a la tristeza y en otras, está bien liberarse de ella. Confesó que "Se me ocurre" tiene sus raíces en pensar en mundos mejores. Ciertamente, como llegó a describir un buen amigo de la cantante, “crear ficción eventualmente mejora la realidad.”
"Casa" fue el sencillo que dedicó a sus padres y recalcó que el amor de los padres o la luz de la gente que nos ama es como una estrella que, aunque ya no estén ahí, tal como muchas de ellas que explotaron hace tiempo, siguen iluminando y marcando nuestro camino.
De manera transitoria, hubo una línea divisoria de lo no esperado, caracterizado por un pacífico clarinete y la falta de Silvana para luego caer en cuenta que el cuatro venezolano era relevado por el piano, instrumento crucial en la vida de la veracruzana y el rojo que la envolvía era relevado por el verde. La falta de silencio era plena en el saxofón y la batería como fuentes de ritmo.
Aquellas horas no estaban dedicadas solamente a los amores, también a brindar, recordar la memoria y el invaluable valor de las personas que ya no están, pero que dejaron un legado especial, a través de los momentos vividos, que sobrepasa este plano. Dedicó "Brindo" y cada minuto del concierto a su mejor amigo, Jorge y a su hermano Andrés. Un homenaje genuino en medio del corto periodo que dura la vida, pero que encuentra su belleza en lo duradero, tal como lo es la amistad.
“El inicio de toda lucha es la esperanza y sea probablemente el único motor que valga la pena” fueron las palabras con las que Silvana habló sobre uno de los problemas que aqueja a nuestro país y que sigue cobrando vidas: el feminicidio, agravado por la corrupción. Uno de los actos con más fuerza de la noche estaba por suceder, Silvana tuvo cara a cara a Jessica, una chica del público que representaría a todas cuando cantara el himno que ha acompañado a la lucha de muchas mujeres.
Sumado a esto, "Si me matan" estaba dedicada de forma especial a Adriana Hernández, joven artista y estudiante de la FAD que perdió la vida cuando viajaba en la línea 3 del Sistema de Transporte Colectivo Metro, con el fin de aliviar el dolor de su familia y amistades. “Ni una más, ni una más. Ni una asesinada más” fue un grito de crudeza proveniente de muchas jóvenes a lo ancho del teatro, que erizaba la piel y que Silvana terminó de apoyar diciendo como un resonante eco “Ni una más.”
Llegadas las altas horas, cada butaca estaba vacía. Cada persona era hallada fuera de su lugar, moviéndose y cantando junto a Silvana y un invitado sorpresa, El Kanka, la cumbia "Tenías que ser tú".
Lo sucedido aquel décimo sexto día del mes fue predicho por Silvana días antes, hubo entrega y comunidad. Fue una bocanada de frescura y libertad a corazones que muy probablemente, si se encontraban en una fase desierta, mediante el canto, encontraron un nuevo enfoque y resurgimiento.
Fotografías y escrito por: Daniela Reséndiz
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