Reseña de la obra brasileña Übercapitalismo


"Übercapitalismo" escrita y dirigida por Rodolfo Godoi, muestra la desalentadora realidad de las personas que trabajan en aplicaciones de entrega (como Rappi y UberEats), así como las mentiras y explotación por parte del sistema capitalista. 

Con un elenco de primera, los actores Abaetê Queiroz y Lupe Leal interpretaron (en portugués) a la clase trabajadora y a la privilegiada.

 En una hora, esta obra visibiliza la violencia laboral que ejercen las plataformas hacia sus”colaboradores”, la falta de oportunidades laborales en Brasil, los peligros que enfrentan los repartidores y la falta de empatía que tienen los clientes con ellos. 

Mientras que el guion resulta acertado, doloroso y triste, el ritmo de la obra no tiene esta esencia. Se presenta con humor y aunque no es gracioso, es bastante irónica la manera en la que cuentan las injusticias laborales. Te hacen reír para no llorar, aunque en mi caso fue todo lo contrario. 
No conozco la energía de los brasileños, pero presiento que no hay mucha diferencia con la de los mexicanos, porque tratan de encontrarle algo bueno a la vida siempre. Y que a pesar de las circunstancias, dan todo de sí mismos para tener un sustento y ¿sobrevivir? en un mundo en el que la lucha de clases es el motor de la historia. 

La escenografía es muy significativa, en el centro, hay una montaña de platos desechables, que aunque no lo mencionan en la obra, es un guiño a toda la contaminación que generan las entregas a domicilio.

 De un lado se encuentra una mesita con una figura de la estatua de la libertad, este es un símbolo que sí hace referencia a algunos aspectos del capitalismo a lo largo de la obra. Y, al otro extremo, se encuentra una bicicleta (que la persona que quiera trabajar, debe tener). Y en medio del escenario, está nuestro personaje principal, con la característica mochila de repartidor (que también deben comprar para poder laborar).

El juego de luces es impresionante porque está en constante cambio en cada escena. A veces es cálida, a veces fría, a veces representa mucha diversión y en otras ocasiones soledad, desesperación, miedo y coraje. Es sin duda, una de las mejores iluminaciones que he visto. Incluso utilizan los famosos aros de luz que ayudan a jugar con todos los tipos de iluminación teatral que hay.
Otro elemento que destaca es la música. Ya sea de ambientación, entreactos, incidentales y los pequeños actos musicales que hacen los personajes; resulta adecuada para entender ambos puntos de vista. Nos cuentan historias a través de estas y nos hacen reflexionar sobre la exposición de la música comercial y las baladas brasileñas de artistas independientes. 

El único defecto técnico que tiene son los subtítulos, que aunque se muestran en una pantalla, a veces van un poco desfasados, sin embargo, en la próxima función ya estarán mejor. 

Pues bien, la obra comienza con una escena bastante triste. Leyendo los famosos términos y condiciones que los repartidores están obligados a aceptar por la desesperación de encontrar un empleo.

 Ambos actores interactúan con el público y los cuestionan todo el rato y es momento de reconocer a ambos protagonistas porque aprendieron frases en español con este objetivo. 

Después de que el repartidor expone sus inconformidades y sus gritos de auxilio, llega el capitalismo. No está claro si es un coach motivacional, un empresario, un emprendedor, un influencer privilegiado o un político… aunque, pensándolo bien, es todo.
 Lo que sí está claro es que intenta convencernos y convencerlo de que el dinero nos brindará libertad financiera, igualdad y fraternidad. 
Todo esto con una sonrisa, como el positivismo tóxico que se muestra en redes sociales por parte de la clase alta. 

Hay que sonreír, le dice al repartidor. A pesar de que este lleva 2 años trabajando 12 horas todos los días, sin seguro médico, sin herramientas de trabajo, soportando lluvia, sol, clientes desconsiderados, tráfico, subiendo y bajando escaleras, siendo humillado por los que sí tienen recursos y siendo esclavo de un sistema que no lo deja vivir. Pero tiene que sonreír, ser positivo, esforzarse en un mundo en donde no importa cuánto trabajes, nunca te va a alcanzar el dinero o el tiempo para disfrutar a tu familia, o simplemente para dormir y comer bien. Claro, eso solo en los primeros minutos de la obra. 

El capitalismo dice frases en inglés y debo decir que es un gran guiño a las empresas estadounidenses que llegan a países subdesarrollados a “generar empleos”. ¿Pero qué clase de empleos son? Aquellos que explotan a su fuerza de trabajo y los dañan física y psicológicamente. Incluso el sueldo pasa a segundo término porque hay cosas mucho peores como el sacrificar los días de descanso, los días especiales como cumpleaños o fiestas; cuando no pueden comprar una canasta básica a pesar de trabajar todos los días. Esos son los empleos que generan. 

Y es que este “coach” lo repite una y otra vez: el crédito es dinero, el tiempo es dinero. Nos venden esta idea de que si trabajamos hasta morir podremos tener dinero, mucho dinero. Pero, ¿para qué queremos este dinero? Pues para comprar cosas de estas mismas empresas. Comprar, comprar y comprar para enriquecer a unos cuantos. Y este ciclo sigue y seguirá porque este sistema económico lo tienen la mayoría de países y la clase baja sufre los estragos de esta mala repartición de riqueza. 

El capitalismo te envuelve, te marea y al final te ahorca. Te dice que sentirás placer y emoción por cobrar un sueldo y comprar, aunque sea en oferta, aunque sean cosas sencillas, pero comprar a final de cuentas. 
Mientras que los políticos son cómplices de este sistema asfixiante, la mayoría de personas muere tratando de sobrellevar las consecuencias del capitalismo.

En esta obra, exponen el caso de Tiago de Jesús Díaz, quien murió de un derrame cerebral mientras hacía una entrega. ¿Las causas? Trabajar hasta el cansancio por dos años, estrés crónico y mala alimentación. Lo que hizo su empresa, Rappi, fue pedirle a la abogada de Tiago que diera de baja el pedido y pidieron disculpas al cliente por este inconveniente.

Así de crudo, así de real. Los trabajadores mueren poco a poco y la empresa los desecha y se lavan las manos con comunicados que de buenas intenciones no tienen nada. 

El protagonista y todos nos preguntamos, ¿dónde queda la dignidad de las personas?, ¿por qué nos tratan así?, ¿por qué no les importa nuestra seguridad e integridad? Pues su objetivo no es cuidar a sus empleados, porque ni siquiera existe un contrato, ni siquiera hay una relación laboral. 

Esta obra es la realidad de millones de brasileños, mexicanos, colombianos y personas de todo el mundo que buscan un empleo para ganarse la vida, pero en vez de eso, la pierden en cada hora pedaleando por la ciudad. 

Puedes ver Übercapitalismo en el Teatro El Milagro del 24 al 28 de agosto, a las 08 p.m. Los boletos están a la venta en taquilla y en:

  https://boletopolis.com/es/evento/27373/funcion/170520 

Escrito y fotografías por: Sharon Mercado

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