Noche de Éxtasis Musical: Ocean Alley Conquista el Lunario del Auditorio Nacional

Ciudad de México, 20 de octubre de 2025.- Bajo el cielo estrellado de la capital mexicana, el Lunario del Auditorio Nacional se transformó en un epicentro de vibras oceánicas y ritmos imparables. La banda australiana Ocean Alley, originaria de la soleada costa de Nueva Gales del Sur, desembarcó por primera vez en México para un concierto que dejó huella en el alma de cientos de fans. Provenientes de un viaje que inició en su tierra natal, estos siete músicos –liderados por el carismático vocalista Baden Powell– cruzaron océanos para entregar una noche inolvidable, fusionando reggae, rock psicodélico y soul en un cóctel adictivo que resonó hasta el amanecer.

Desde las primeras notas, el ambiente fue eléctrico. El Lunario, con su icónica cúpula de vidrio que filtra la luz lunar como un portal a otro mundo, se llenó de un público ecléctico: jóvenes bohemios con rastas y camisetas desteñidas, familias enteras que coreaban himnos generacionales, y hasta nostálgicos que revivían su juventud al ritmo de olas sonoras. 

Las entradas volaron en preventa, con dinámicas de revistas como Time Out México y Indie Rocks! regalando pases dobles que avivaron la fiebre pre-concierto. Aunque algunos boletos de última hora circularon en redes a precios accesibles –alrededor de 700 pesos–, el sold out parcial en la cancha no opacó la euforia: tribunas y galerías rebosaban al 90%, creando un mar humano de banderas australianas y mexicanas entrelazadas.

Ocean Alley lo dio todo sobre el escenario, un altar iluminado por luces neón que evocaban atardeceres playeros. Abrieron con la enérgica "Yellow Mellow", un clásico de su repertorio que transformó el venue en una playa improvisada: fans saltando, brazos en alto, y un coro colectivo que retumbaba como truenos. 

La banda, con su química fraternal forjada en más de una década de giras, navegó por su discografía con maestría. Temas como "Confidence", con su groove infeccioso, hicieron que el público se meciese en un vaivén colectivo, mientras "Touch Back Down" inyectó dosis de soul introspectivo, invitando a reflexiones bajo la luna citadina.

El clímax llegó con su más reciente joya, "Love Balloon", lanzada apenas meses atrás y que ya se perfila como himno generacional. Powell, con su voz rasposa y magnética, dedicó la rola al "espíritu libre de México", soltando globos rojos al aire que flotaron como promesas de amor flotante. 

El público, en un arrebato de pasión transfronteriza, cantó cada verso con una intensidad que borró distancias: de Australia a México, la música unió almas en un abrazo sónico. Testimonios en redes sociales lo confirman: "Salté, grité, lloré... salí más enamorada", escribió una fan, mientras otra exclamaba: "Tres horas de preparación para un show maravilloso. Amo a mi mamá por acompañarme".

No faltaron sorpresas: un jam improvisado con percusiones latinas que rindió homenaje al anfitrión, y Powell interactuando en un español torpe pero entrañable, confesando: "¡México, ustedes son el océano que nos inspira!". La producción de OCESA, impecable como siempre, sumó visuales psicodélicos que proyectaban olas virtuales sobre la multitud, amplificando la inmersión sensorial.

Al bajar el telón pasadas las 11 de la noche, el Lunario vibraba con aplausos ensordecedores y pedidos de encore que se extendieron minutos. Ocean Alley no solo tocó instrumentos; tejieron sueños, desataron catarsis y sembraron semillas para retornos futuros. En una era de conciertos efímeros, esta velada fue un recordatorio eterno: la música trasciende fronteras, y anoche, México y Australia bailaron como uno solo.

Esta gira, bautizada "Left of the Dealer", marca un hito en la expansión global de la banda, cuya discografía –desde el debut homónimo de 2010 hasta el aclamado Innerspace—ha conquistado playlists mundiales. Para los fans que se quedaron con las ganas, la esperanza radica en reediciones: ¿un festival como Vive Latino en el horizonte? Mientras, las redes arden con videos caseros y stories de euforia perpetua.

Escrito y fotografías por: Rodrigo Armendariz Jacques

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